Aquí, siempre, hubo viento y frío. Guanacos, ñandúes, pumas, liebres, zorros. Hasta que alguien descubrió carbón debajo de un cerro. Un mineral atractivo, combustible, opaco, brillante, negro, rígido, quebradizo. Se perforó. Se construyó una mina. Se formó un pueblo alrededor de esa mina. Hubo trabajadores que, desde distintas provincias del norte, llegaron a habitar ese pueblo. Hubo cuerpos, muchos cuerpos en un sitio donde antes no había nadie. Hubo casamientos, muertes y nacimientos. Como en cada pueblo, hubo personas que no se sentían representadas por su cuerpo. Pero hubo una que decidió decirlo. Mostrarlo. Que luchó contra su familia, sus compañeros, sus profesores, sus vecinos y contra todo aquel que se le puso delante. Una que decidió pelear por sus convicciones. Una que en esa pelea derribó un mito —leyenda, cuento, ficción, quimera— y permitió que después de 80 años las mujeres pudieran trabajar dentro de esa mina. Una persona que ahora, en esta cabaña de madera, una mañana de mayo, el casco a un costado, la voz firme, habla de su cuerpo. Asegura estar orgullosa de él. Dice: “El cuerpo lo dejé en esa lucha”. Se queda un momento en silencio, quizás suspira, y agrega: “La vida la dejé en esa lucha”.
Fonte: https://elpais.com/eps/2025-05-30/la-historia-de-la-minera-trans-de-la-patagonia-hackee-el-sistema-marque-el-precedente-cambiamos-la-historia.html