Las universidades más prestigiosas de Estados Unidos son, históricamente, un sofisticado mecanismo de renovación de élites y de reproducción de la desigualdad. Gracias a este papel, sus recursos, tanto públicos como privados, son (¿eran?) casi ilimitados y pueden permitirse atraer a los mejores investigadores del mundo y arriesgar para empujar la frontera tecnológica y del conocimiento. Sus estudiantes pertenecen tradicionalmente a los sectores más aventajados de la sociedad. Sus títulos perpetuán esa ventaja y son el pilar central de un modelo meritocrático en el que la desigualdad refleja el trabajo y el talento de cada uno. Su atractivo entre las clases medias reside en que reclutan de modo muy eficaz a una pequeña élite de estudiantes con talento de estratos sociales inferiores, en su mayoría sectores que podríamos definir como “los pobres entre los ricos”. Visto desde este ángulo, el ataque de la Administración de Trump a las universidades de élite, con Harvard a la cabeza, resulta algo paradójico. ¿Por qué un Gobierno motivado como ninguno por la expansión de la desigualdad compromete hasta el extremo la viabilidad de uno de sus mecanismos de reproducción más eficaces?
Fonte: https://elpais.com/opinion/2025-05-27/trump-contra-harvard-la-universidad-como-campo-de-batalla.html