Hay veces que la ciudad, a oscuras, pero con el sol en lo alto, dice cosas. Madrid, con sus más de tres millones de habitantes y otros millones más que no podían regresar a sus casas cuando todo se había fundido a negro, rugía. Sonaban las sirenas de bomberos, de policías, de ambulancias. Sonaban los motores de los coches en primera, sus cláxones para poner orden. Ante la ausencia de semáforos, se había impuesto una cortesía inusitada en esta capital de mentadas de madre, aspavientos desde las ventanillas y accidentes cada día en la M-30 (el circuito que la abraza). La ciudad salvaje decía cosas cuando a las 13 horas los hospitales públicos funcionaban sin luz pero con la precisión y la calma de un neurocirujano. Y también decía otras cosas mucha de su gente, la que vive en Madrid, pero duerme a las afueras, la que no tiene coche y caminaba sin parar cargando ordenadores, libros, sin saber bien hacia dónde ir. Gente que pedía autoestop para que alguien los acercara algunos kilómetros a su destino. Muchos que no habían hablado con su madre desde hacía horas y otros que posiblemente al cierre de este periódico no hayan conseguido regresar a su casa a dormir con la red ferroviaria cortada.
Fonte: https://elpais.com/espana/2025-04-29/diez-horas-en-el-centro-del-apagon.html